martes, 25 de mayo de 2010

Simplemente no se sabe que....

A veces no se sabe qué hacer. A veces no se sabe cómo actuar. Esa incertidumbre, duda y un “no se” parecieran ser las únicas respuestas al cómo nos sentimos. En esos momentos no existe nada más que el estar sin estar seguro de lo que se quiere, y nada más nos queda esperar. La inseguridad se fusiona con la inquietud, y la impaciencia con el nerviosismo. Es un sentimiento que parece durar horas, en donde el tiempo se lentifica y la tensión se acelera. No sabemos cómo escaparnos de semejante incomodidad, y como el mundo no se detiene cuando lo queremos, solo nos queda aguantar y respirar profundo para tratar de no desvanecernos. Es increíble cómo la manera en que nos sentimos, se refleja directamente con nuestro cuerpo físico. No podemos dejar de pensar en ello y nos sentimos cada vez más cautivados por ese sentimiento, tenemos que desahogarnos con algo. Queremos gritar, caminar y caminar, pero extrañamente lo que más queremos en dormir. Dormir porque ese sentimiento debilita nuestras energías, nos hace sentirnos cansados, las partículas de oxígeno pesan sobre nosotros y pareciéramos estar bajo el dominio de alguna droga. Puede que sea mental, puede que nos sintamos que no pertenecemos más a este mundo, puede que sea un juego, puede que seamos nosotros mismos, puede que sea fantasía, puede que sea un sueño, puede que no sea nada o puede que sea más de lo que creamos, la verdad, puede que sea lo que queramos que sea. Pero lo único de lo que estamos seguros es de que el pensar más y más, hace que nos desubiquemos rápidamente.

De un momento a otro, nos sentimos encasillados por nuestro temor, hasta que logramos neutralizar lo que pasa a nuestro alrededor, nuestras facciones son casi nulas o a lo mejor, nos vemos tan normales y quietos que nadie se da cuenta de la odisea que está pasando dentro de nosotros. No podemos seguir así por siempre, pero en estos momentos la solución no se encuentra fácil, tenemos que hacernos creer que todo es normal y que podemos volver de ese estado de limbo. No queda más. A veces no se sabe qué hacer.

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